
Queridos amigos, mis queridos y jubilosos paisanos de Bimenes:
Es la segunda vez que me siento honrado públicamente por vosotros. La primera, cuando me distinguisteis con el honor de pedirme el pregón de vuestra fiesta. Hoy me trasladáis vuestra alegría por mi nombramiento como miembro de la Real Academia Española. Acepto agradecido, muy agradecido, este sentido y caluroso homenaje, porque al horarme a mí estamos honrando a nuestro mayores, a esta tierra de Bimenes, verde y empinada, que es parte de nosotros mismos. Hace unos días leía esta hermosa cita que un famoso escritor americano:
Los hombres y las mujeres no son únicamente ellos mismos. Son también la región en la que han nacido, la casa en la que aprendieron a caminar, los juegos que jugaron de niños, los alimentos que comieron, las escuelas a las que fueron, los deportes que siguieron, los poemas que leyeron y el dios en el que creyeron. (Sommerst Maughan, teh razor´s edge, 1940)
Este barbudo canoso a quien vuestro Presidente acaba de dedicar palabras tan cariñosas, sigue siendo aquel neñu que nació en Taballes, que fue a la escuela de Rozaes en los tiempos gloriosos de “Cantu”, que iba a misa a Piñera y que gastaba en el futbolín o en les chocolatinas las propinas de sus tías. Aquel neñu que iba a llevar les vaques y les oveyes al prau, que iba a la hierba como todos vosotros y baxaba al “conomato”. Aquel neñu que compraba cuentos de El capitán Trueno, de la Jabto o de Hazañas bélicas en casa Filomena. Siento muy dentro de mí, como parte de mi mismo, la imágenes y los recuerdos de la infancia. Por eso lo digo y lo repito en todas las entrevistas de prensa, provinciales y nacionales. Hoy os quiero a hacer una confidencia. Es la primera vez que la hago en público. El currículum vital que presenté para mi elección a la Real Academia Española comenzaba así:
Taballes es una aldea del pequeño municipio asturiano de Bimenes que hoy, a mis 58 años, elegiría, sin duda, como lugar de nacimiento y escenario de una infancia feliz. Sus ventanas recogen los primeros rayos del sol que despereza tras el macizo calcáreo de Peña Mayor. Su vieja raíz (asociada al “lovi tabalieno” de una inscripción romana) testimonia que cientos de generaciones tuvieron el privilegio de elegirlo antes. Allí nací, allí comencé a contar limpiando fabes y lentejas con mi madre y allí me enseñaron a leer soñando mundos de ficción en un libro mágico, un Quijote que mi padre había traído de la Guerra. Por aquellos caminos aprendí a expresarme en un bable central, relativamente bien conservado, dulce y directo, con metafonía e /o/ (conde conviven el singular sopu con el plural sapos) y en la escuela me enseñaron a conjugarlo con los aires más universales del castellano.
Durante mi infancia aprendí en el seno de mi familia y de mis gentes dos virtudes fundamentales: la honradez y el trabajo. Más tarde, también en Bimenes, encontré a la que ha sido más que mi media naranja, la que ha tirado del carro, la que me ha permitido dedicarme en cuerpo y alma al estudio. Trabajo, honradez, apoyo han sido los motores que me han abierto las puertas de una de las instituciones más prestigiosas del mundo hispánico. Vosotros, mis gentes de Bimenes, sin saberlo, habéis tenido arte y parte en ello.
Muchísimas gracias.
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